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Hacia una ‘gran estrategia’ puertorriqueña

Actualizado: 17 nov

Libertad de movimiento en CARICOM: paso fundamental en la integración regional

Julio A. Ortiz Luquis

Asociado de investigación ICEPI


Los puertorriqueños parecen tener dos grandes consensos dentro del caos general de las cosas. Definitivamente que la mayoría quisiera vivir en su país. Segundo, que la gran mayoría entiende que el régimen del Estado Libre Asociado no puede ya satisfacer nuestras necesidades, ni defender los avances del pueblo puertorriqueño en material social. Los planes de país de los partidos políticos han fracasado. Sin embargo, no hay estrategia a cómo salir del atolladero. 


La molestia del pueblo puertorriqueño aumentará con el recorte histórico al gasto social impuesto por Trump en el Big Beautiful Bill, que aumentará la deuda de los EEUU a 10 trillones. Precisamente este gasto social es la muletilla histórica de las campañas electorales del anexionismo y el autonomismo desde hace 70 años. No habrá a donde escapar de la pobreza del Estado Libre Asociado en la medida en que los indicadores sociales decaigan aún más, y el acceso a asistencia social vaya menguando en los 50 estados. A esto súmele el camino establecido por la Junta de Supervisión Fiscal para “liberar a Puerto Rico de fondos federales”, validando un reclamo centenario del independentismo puertorriqueño. 


En términos de la nueva geopolítica, el aislacionismo de Trump aspira a proteger solo los intereses de EEUU, rescindiendo de su responsabilidad por la estabilidad y la paz del sistema internacional según le requirió su liderazgo global en el siglo XX.  Esto es un proceso de autodefinición de la identidad de los EEUU que no se debe minimizar. En este cálculo del Grand Old Party, Puerto Rico es solo una molestia electoral y la estadidad una amenaza a la federación de estados estadounidense. 


Este panorama hemisférico y global exacerba la desconexión entre el PPD/PNP y los intereses de los EEUU. Entre otros factores, la inefectividad histórica del gobierno y su aislamiento de la realidad de los EEUU se ha expresado en el aumento del voto mixto ante la percepción de que el gobierno local no gestiona efectivamente los fondos federales necesarios y el país está desconectado del “sueño americano” que le prometieron. Ante esta realidad, existe un mundo de oportunidades. Entre ellas, la “gran estrategia” es fundamental para adentrar el país a su nueva era de bienestar y seguridad. 


Puerto Rico siempre ha tenido la opción de la gran estrategia (Grand Strategy) a disposición, que el PPD y PNP ignoran a propósito, sacrificando el bienestar de los puertorriqueños. Una gran estrategia es el plan de acción integral de un país para lograr su bienestar general mediante la coordinación de herramientas diplomáticas, militares, económicas y políticas a largo plazo. Puerto Rico nunca ha tenido ninguna de estas herramientas, y el PPD y PNP siempre se han negado a empujar los límites de la relación entre EEUU y Puerto Rico en detrimento del desarrollo económico y el bienestar de los puertorriqueños. 


La gran estrategia es de hecho la ‘vuelta del estado’, que el gobierno de Puerto Rico sea por primera vez el gran regulador de intereses en función solamente del bienestar social y político del puertorriqueño. La vuelta del estado requiere establecer una gran estrategia para salvaguardar nuestra seguridad. 


Como en todos los casos, la ausencia de una gran estrategia en Puerto Rico resulta en políticas públicas e internacionales reactivas y descoordinadas, sin visión clara de los intereses a largo plazo ni prioridades definidas, socios confundidos respecto a nuestras acciones regionales y falta de estrategia para avanzar nuestro interés en la región. Siempre se desperdician recursos en cosas que no son importantes, las inversiones tienden a beneficiar a intereses privados sin necesidades ni objetivos estratégicos, las respuestas son improvisadas ante las crisis y amenazas, y, sobre todo, la ciudadanía percibe al gobierno sin dirección ni propósito.


En una gran estrategia para Puerto Rico todo debe estar supeditado al bienestar de los puertorriqueños, no a identidades o ideologías del momento, tampoco a monopolios traídos por los pelos por burócratas incompetentes y de lealtades bifurcadas. 


La gran estrategia alinea los intereses puertorriqueños ante los retos globales, a nivel de EEUU, regionales y locales, y de ahí construye metas para satisfacer necesidades inmediatas tomando la familia puertorriqueña como centro. En este panorama de gestión no pueden existir carteles o intereses, amigos o primos que obstaculicen la prestación de servicios y la seguridad humana de los puertorriqueños. Una gran estrategia que ofrezca la seguridad legal e institucional que la cacareada libertad económica necesita. Una transparencia institucional que no acepta prebendas, ideas preconcebidas o vendidas por intereses particulares. 


La gran estrategia del nuevo Puerto Rico no impondrá un impuesto a un bien por no molestar a la Junta de Supervisión Fiscal con asuntos municipales, tampoco esperará a la carambola de que un artista global quiera hacer 30 conciertos en Puerto Rico para encaminar y reactivar la economía. 


Mientras no se cree y ejecute una gran estrategia puertorriqueña, Puerto Rico seguirá siendo secuestrado entre “el hambre y las migajas”. Cualquier alianza puertorriqueñista futura contrapuesta a la asimilación cultural que promueve el Partido Nuevo Progresista, que promueva la política de la Junta de Supervisión Fiscal de “liberar a Puerto Rico de los fondos federales”, tiene la responsabilidad imperante de formular, proponer y debatir una ‘gran estrategia’ que encarne los valores y necesidades puertorriqueñas. 


Referencias en el documento adjunto.




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